Iniciemos por
lo básico ¿qué es deconstruir? Según el portal definición.de «La deconstrucción se lleva a cabo
evidenciando las ambigüedades, las fallas, las debilidades y las
contradicciones de una teoría o de un discurso. Lo deconstruido, en este marco,
queda desmontado o deshecho». En el sentido filosófico, deconstruir lleva
varios procesos argumentativos, analíticos y de mucho pensamiento, y en efecto,
en el sentido del que les quiero hablar, el humanista, también, pero lo vamos a
llevar a un campo específico y vamos a hacerlo corto y sencillo. Ahora, ¿qué es
lo que quiero que deconstruyamos? Fácil: el género.
Hipótesis: el género no existe.
Nuestra
sociedad, durante millones de años, o al menos, muchos milenios, nos ha
impuesto una estructura específica, un rol asignado según nuestra genitalia: el
género. Según una rápida búqueda en
Wikipedia se consigue que género es
«un
término técnico específico en ciencias sociales que alude al «conjunto de
características diferenciadas que cada sociedad asigna a hombres y mujeres»». Se es hombre o se es mujer. Hembra o
macho. Niño o niña. Esto en el sentido biológico de la palabra no está errado,
se nace con genitales femeninos o con genitales masculinos, sin embargo, el
conflicto se origina cuando a partir de esta parcialidad biológica se atribuyen,
entonces, ciertos roles y actitudes en base a un constructo social y al cual,
por canon socioestructurado, debemos adecuarnos y actuar en consecuencia.
Si nací con
pene, lo socialmente correcto es que me guste el azul o el verde, la mecánica y
mirarle los senos a cuanta mujer esté en frente de mí. Si nací con vagina,
bueno, digamos que no corro con tanta suerte de tener una vida tan sencilla,
pero ¿quién inventó todas estas reglas? ¿por qué debemos acatarlas? ¿qué es ser
hombre y qué es ser mujer? Todas estas dudas son las que nos van a ayudar en
este proceso de deconstrucción en el que quiero que se embarquen hoy conmigo.
No soy hombre, pero no niego mi privilegio.
Si no lo
saben, yo particularmente, me he apartado de este canon social. No creo en el
género como constructo. No me identifico con las normas sociales que establecen
que soy un hombre y que deben gustarme o no ciertas cosas. Esto no me hace
indiferente a mi privilegio de haber nacido con pene y, que yo me acepte o
identifique o no como hombre en sociedad, no quita que la sociedad sí me
percibe como tal y me brinda los ya conocidos privilegios masculinos, ese
asunto dejémoslo de lado por un segundo porque no es el que nos atañe. Una
realidad no invisibiliza otra. Lo que quiero plantear ahora es que, el género,
es en realidad una farsa social que sirve para generar una estructura de poder y
por ende, como cualquier idea, es intangible. El género es intangible.
Inmaterial. Incoloro. Irreal.
El género y el no binarismo.
El género como una construcción social es un conjunto complejo de determinaciones y características económicas, sociales, legales, políticas, psicológicas y culturales que constituyen lo que en cada período, histórico observa como femenino y masculino. Configura un tipo de relaciones de poder que determina las oportunidades de desarrollo de las personas. Es construido sobre la diferencia sexual, sobre los cuerpos y está sujeto a cambio y transformación: puede ser alterado.
Al entender
entonces que el género solo es un conjunto de normas sociales que nos segregan
y otorgan ciertos privilegios o imposiciones, que no existe realmente y que es
fácil de moldear, podemos empezar a apartarnos de la idea de que conformamos o
no cierto género, o percibirnos en cierto género pero no sentir la necesidad de
cumplir con las expectativas que se generan por pertenecer a uno o al otro.
Muchos pueden
entender esta noción y seguir siendo cisgénero. Muchos pueden entender esta
noción y ser transgénero. Deconstruir el género no implica que debamos dejar de
percibirnos dentro del espectro binario que la sociedad nos ha impuesto
canónicamente, sin embargo, cuando esto sí sucede, y dejamos de percibirnos
dentro de este binarismo social, llegamos al área gris del nobinarismo. Una
identidad tan válida como cualquier otra.
Los
nobinarios, y todo el paraguas que abarca como el gender nonconforming, gender
queer, queer, demibinarismo, entre otros, es aquella identidad que no se
identifica ni con un género ni con otro, o quizá, con ambos, dependiendo de cómo
lo vean.
En lo
personal, me considero un demiboy o demichico. Una persona que se puede
identificar como hombre o reconocerse como hombre en sociedad pero que no
siente particular apego al género masculino y que cuya identidad fluctúa hacia
el no binarismo. Mi meta es seguir deconstruyéndome hasta el nobinarismo
completo. Esto puede pasar o no, y es cuestión de identidad, pero mis esfuerzos
por seguir deconstruyendo al género no acabarán hasta no lograrlo en una
totalidad.
Concluyendo
Llegar a este cruce en mi camino no ha sido fácil.
Como todos, crecí siendo vestido con ciertos colores en mi infancia. Jugué con
ciertos juguetes hasta mi adolescencia. Hablé y creí de cierta forma hasta mi
adultez y fue durante un proceso de elucubraciones que empecé a comprenderme
como un individuo único libre de etiqueta de género. Aunque aún se me haga
fácil percibirme como “él”, no acojo solamente este pronombre como propio. En
ciertos días, mi feminidad holística está más a flor de piel y me percibo diferente,
estos pronombre son vacíos a mis oídos cuando los uso en referencia a mí. A
veces no me percibo de ninguna forma y el “elle” ronda mi cabeza. A esto ha
llevado mi proceso de deconstruir el género. A destruirlo. Como les digo, sé
que mi percepción del mismo como inexistente no debilitará solo la estructura
de poder que hay. No borrará mi privilegio. Pero si empezamos a deconstruir el
género creo que el camino a derrocar esta estructura social se hará más sencillo.